Zapatos y sobretodo

Pablo era una persona que no tenía el menor sentido de la propiedad privada, de la suya y la de los demás. Esa es la conclusión de largos años de amistad con él. Dos ejemplos pueden confirmar esta conclusión sobre el querido y recordado Pablo.

Tocan el timbre en la Parroquia y Pablo abre la puerta de la Secretaría, y se encuentra con uno de los "pobres" pechadores habituales. Pablo, que estaría un poco cansado de esta visita, lo ataja diciéndole:- "No, negro, no tengo nada para vos hoy; venite mañana y te daré algo"-. Al decirle ésto, mira para abajo hacia los pies y le agrega:- "¿Qué hacés con esos zapatos todos rotos?. A ver, probate éste"-, y se saca uno de sus mocasines y se lo da. Como le quedaba bien, Pablo se saca el otro y se lo entrega también. Se queda con los zapatos rotos y el otro se va muy contento:- "Gracias, Pablo"-.

Cuando murió papá, le llevé de regalo un sobretodo que había dejado, muy bueno y de color oscuro, muy apto para un "cura". Pablo me lo agradeció mil veces, hasta que a la semana no se lo vi más y comprobé que se lo había regalado a unos de los "pobres" que atendía la Parroquia. ¡Era incurable!.

Son dos hechos aislados que muestran, sin embargo, que ésa era una actitud permanente de Pablo: "darle todo lo suyo a los carenciados". Nada para guardarse él, ni siquiera los libros: prestarle uno era perderlo para siempre, lo mismo que con los pañuelos que de visita siempre te pedía uno que por supuesto jamas devolvía (me pasó varias veces en mi casa, tanto que ya lo tomábamos a risa). Esta es una faceta de su vida tan rica y ejemplar de cómo amar al Padre y al Hermano.

                                                                                   Horacio Pando

(Arquitecto amigo del P. Tissera, feligrés de la Pquia. Santo Tomás Moro).