20 Febrero 1997 (San Miguel Arcángel)

20 de Febrero de 1997. Iglesia Parroquial San Miguel Arcángel (Buenos Aires)

MISA EN MEMORIA DEL
PADRE PABLO ROBERTO TISSERA, S. J.

Los Presbíteros Pandelo, Cumarianos y Zamboni oficiaron esta misa a las 19 hs. junto a los seminaristas. La homilía estuvo a cargo del R. P. Carlos Pandelo (SJ).

HOMILIA
Mis queridos amigos, mis queridos hermanos en el sacerdocio y en la aventura comenzada hace muchos años cuando entramos en el seminario de Villa Devoto:

En aquel momento ya éramos grandes, no éramos adolescentes, ciertamente; tuvimos que estudiar en un año lo que normalmente hubieran sido cinco años que correspondían al ciclo del secundario, especialmente en latín y griego.

Un día de Marzo de 1953 nos encontramos con un muchacho -otra palabra no podía definirlo mejor- morocho, con un pronunciado acento cordobés, que no podía disimular el origen, con sotana y faja a la usanza de los jesuitas por aquellos años, muchacho que nos reúne un día en una aula a todos los que éramos grandes.

En aquel momento a los que eran grandes se les llamaba "viudos", y nuestro grupo era de viudos de solemnidad y no nos podían tener cinco años estudiando latín y griego, por eso lo hicimos en un año. Entonces ese muchacho -que era Pablo Tissera, ese día lo conocimos- tomó sobre sí la ímproba idea de que en un año -fueron exactamente 345 días- estudiáramos latín y griego, y sin garantizar que hoy sepamos latín y griego salimos adelante con el escollo, gracias a Pablo Tissera.

Ese muchacho fue también nuestro primer superior en el seminario; como dijo al comienzo de esta Santa Misa Monseñor Zamboni, fue algo distinto a todos los jesuitas que teníamos en el seminario, no porque éste fuera bueno y los otros malos, no, de ninguna manera; era simplemente algo distinto, era un hombre con el cual se podía hablar, se podía hablar de cualquier tema, lo trataba con una altura, con una delicadeza y con una profundidad espiritual que admiraba, con un sentido común formidable, no se quedaba en las cosas aparatosas, en las cosas intrascendentes, que a veces a los inútiles les resultan oportunas para enmascarar la inutilidad y a los mediocres les hace aparentar lo que no son.

Este hombre era directo, no como son algunos violentos sino como son siempre los que aman la verdad, sincero, auténtico; tenía en sus labios y en su corazón el coraje de la verdad y, por supuesto, por ese coraje de la verdad sufrió mucho, pero descubrimos algo que no solamente nos hacía alentar la fidelidad a Cristo sino que nos daba un modelo de conducta humana cotidiana que lo menos que se podía hacer después de admirarlo era ejercerla porque tenía tanta autoridad moral que o se vivía como él, o no se podía vivir al lado de él.

Pasó el tiempo, salió de la Compañía de Jesús a que tanto amaba, pero mantuvo los cuatro votos de los jesuitas hasta el día de su muerte, de manera tal que esos votos hicieron el milagro de que jurídicamente murió jesuita, porque fueron siempre válidos.

Recorrió el país siempre en la búsqueda de algún lugar, un ambiente y una circunstancia que le permitiera expresar no solamente la calidad de un sacerdocio excepcional sino también ese sentido de caridad fraterna que estaba tan enraizado en su calidad humana que hoy, a ocho días de la muerte de Tissera, habrá gente que todavía lo llora y sentirá que sus lágrimas lo traicionan cuando lo recuerde.

Y eso por la simple razón [de] que fue a la vez un padre, un hermano, fue una mano extendida con una solución siempre al problema que encontraba, fue un acompañamiento vivo ante la dificultad del hermano que venía a pedirle algo. Cumplió el Evangelio a saciedad y se adelantó a los tiempos del Vaticano II haciendo de su vida una opción preferencial por los pobres y necesitados.

Fue un hombre, como lo calificó esta tarde con notoria sobriedad el Padre Cumarianos que nos acompaña en esta concelebración, fue un hombre bueno, y esa exquisita exactitud nos hizo pensar también que esa opinión es difícil de adjudicar.

Fue un hombre justo, también; lo conocimos bastante, lo seguimos bastante, lo acompañamos en la medida de nuestras posibilidades, nos sentimos identificados totalmente con él, y él con nosotros.

Era uno más de nuestro grupo de ordenados en 1960; hasta muchas veces nos acompañó en nuestras cenas comunitarias, que hacemos todos juntos para encontrarnos, para charlar, para saber que todavía vivimos.

Creo que fue un hombre que tuvo la inmensa ventaja de no haber recibido nunca la alabanza de los hipócritas -no se animaron-, pero que sufrió horrores la cruz que generan las estupideces de los necios con poder.

Creo que si algo llevó con dolor en el alma y en el cuerpo, con decoro cristiano, fue esto: que fue permanentemente incomprendido y criticado, gestos que sospecho alguna vez sirvieron para ocultar una necia envidia.

Estoy convencido [de] que hay gente que no tiene capacidad para ofender, y cuando un tal dice algo de otro que tiene todos los méritos para hacer lo que hace, no es descalificarlo como intento, sino ponerlo en evidencia en sus virtudes a la vista de todo el mundo.

Con Pablo Tissera pasó eso, porque era un argumento permanente de autoridad moral; podríamos a lo mejor no compartir alguna idea o algún proyecto, pero lo que no podíamos de ninguna manera poner en discusión era la calidad de vida.

Y esa calidad de vida la conocimos, la compartimos; en algún momento creo que hasta intentamos hacer lo mismo, sabíamos de este desenlace hace mucho tiempo, y jamás oímos de Pablo una palabra de queja por lo que sabía, sin duda, que era su enfermedad final.

Hace cinco años lo visitamos en Córdoba, su querida Córdoba, y ya sabíamos del mal, pero Pablo era siempre el mismo.

Hace poco se sintió mal y volvió a su tierra que tanto amaba, porque había nacido en Córdoba y seguramente quería volver a la Casa del Padre desde su terruño natal.

Trabajó muchos años en la Diócesis de San Isidro, fue muchos años párroco a pesar de que no era la tarea pastoral que más admiraba, pero fiel a la obediencia se hizo disponible para lo que le mandaban; su parroquia era el desecho de caridad para los hermanos necesitados física o espiritualmente, por ahí pasaban todos los pobres del lugar sabiendo que no iban a salir defraudados.

Pasaba todo el que necesitaba consejo, orientación, ropa, algo para comer, una mano amiga que consolara una pena y muchas veces hasta encontraron un techo temporal bajo el cual refugiarse.

Lo que espero en este tema es que la Diócesis de San Isidro tenga la hidalguía de responder al recuerdo de Pablo Tissera con la misma calidad con que Pablo Tissera se entregó al servicio de la Diócesis como sacerdote.

Todo esto es lo que nos movió a los tres sacerdotes que hoy concelebramos esta misa rogando por el eterno descanso de Pablo a compartir la oración, pero, sobre todo, a recordar con gratitud y orgullo cristiano la calidad de amigo fiel y de sacerdote estupendo que un día conocimos y se adentró tanto en nuestro corazón.

Pablo... "El negro", como le decíamos, que era un poco una rica expresión de cariño y otro poco una descripción de hecho, por quien rogamos hoy, aquí, en esta comunidad de San Miguel Arcángel, y que agradecemos tanto a ustedes que nos acompañan, porque ¿saben?, nosotros los sacerdotes dejamos una familia personal, natural, y cada comunidad en que somos destinados se convierte en nuestra familia, una familia que Dios nos presta por un tiempo, para que la soledad sacerdotal no sea tan dura.

Y hoy quisimos juntarnos los tres para rezar por nuestro amigo, porque hemos tenido la inmensa alegría y el lacerante dolor de devolverle a Dios un amigo muy querido, un sacerdote admirable.

Y entonces combinamos nuestros tiempos y nos vinimos hoy a esta comunidad porque estas cosas tienen sabor de intimidad, y la intimidad generalmente se juega en familia.

Les agradezco mucho en nombre de los tres que nos ayuden hoy a rogar por nuestro querido amigo Pablo Tissera, y que Dios le dé en el Cielo, sin duda por intermedio de la Santísima Virgen María a quien tanto amó, ese lugar de felicidad eterna contemplando el amor, que se ganó porque supo ser un corazón abierto, una mano tendida y un amigo fiel.

Gracias