9 Febrero 2004 (Sto. Tomás Moro)

 9 de Febrero de 2004. Parroquia Santo Tomás Moro

MISA EN MEMORIA DEL
PADRE PABLO ROBERTO TISSERA, S. J.

Concelebrada entre el Padre Carlos Galli, el Padre Fernando Ortiz y el Padre Vicente.

Introducción por el Sr. Roberto Quinteros
Hermanos, amigos: qué bueno es volver a la casa de nuestro Padre, del Dios bueno y misericordioso. Qué bueno es revalorizar esta certeza de que tenemos un Padre misericordioso, que siempre nos espera y que nos dio a su Hijo para que nos enseñara las cosas de su Padre. Qué bueno es, para cada uno de nosotros, haber conocido, haber tratado y haber contado con un Maestro de la Fe como fue el Padre Pablo. Pablo Roberto Tisera, cordobés, sacerdote, el que está llamado a hacer sagradas las cosas, y Pablo fue sacerdote: todo lo que tocaba, acariciaba o tomaba en sus manos era bendecido por él. La cabecita de un niño, la angustia de un joven, las arrugas de un anciano, las raídas ropas de un mendigo, las nuevas o viejas cicatrices de los sufrientes, la orfandad de cualquiera de nosotros, el dolor de la viuda, la angustia de los enfermos, la soledad de los olvidados, la angustia de quien sufría injusticia. Nada de lo que hace al dolor humano le fue indiferente a Pablo. Y como bautizado y sacerdote, fue profeta. Profeta: el que denuncia, enseña y anuncia. Y Pablo denunció: denunció todo lo que a los ojos de Dios él vio como injusto, como inaceptable. Y fue voz de los que no la tenían, y compartió con nosotros hasta sus dudas. Pero siempre fueron dudas para la acción, porque Pablo no fue un hombre de cruzarse de brazos ante cualquier situación que llegaba para interpelarlo. Y nos enseñó cómo hacer las cosas, con qué espíritu; nos enseñó el Amor de Dios, la Misericordia de Dios, la Ternura de Dios. Nos enseñó que no era tan importante que creyéramos en él, sino que todos juntos creyéramos en el Señor Jesús. Y todo esto lo enseñó siempre con el ejemplo. Y nos anunció, con mucha convicción, que en la Casa del Padre hay habitaciones para todos nosotros; que el Amor de Dios es más grande que el más grande de los pecados de cualquier hombre; y que el Señor Jesús es el camino, la verdad y la vida. Y que María viene en nuestro auxilio por el enorme amor que nos tiene. En síntesis: nos anunció el por qué de nuestra esperanza. Y qué decir de sus condiciones de padre, de amigo, de hermano. Estamos aquí hoy para compartir la bendición del recuerdo de un hombre justo. Con esta disposición en el corazón vamos a comenzar la celebración de la Santa Misa.

Padre Carlos Galli
Nos reunimos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, amén. Queridos amigos, queridas amigas, no corresponde mucho decir aquí "bienvenidos a la Casa de Dios"- que siempre es la Casa del Pueblo de Dios- porque ésta es, para muchos de nosotros, de ustedes, como nuestra propia casa. Y uno siente que, cuando vuelve a [la parroquia] Santo Tomás Moro, es como cuando vuelve a una de las casas donde vivió con su familia hace tiempo. Por eso, en nombre de Jesús, Buen Pastor, con Vicente y con Fernando, les deseo con todo corazón: que la Paz de Dios esté con todos ustedes.

Vamos a pedirle perdón juntos a Dios por nuestras faltas; vamos a hacerlo con una fórmula de rito penitencial que solía hacer Pablo, por lo menos que yo se la escuché y la aprendí con él.

Tú que conoces nuestro pasado, Señor, ten piedad.
Tú que conoces nuestro presente, Cristo, ten piedad.
Tú que conoces nuestro futuro, Señor, ten piedad.
Dios Todopoderoso tenga misericordia de todos nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.

[Efectúan las lecturas del día la Sra. Martha Mugica, el Sr. Horacio Pando y el Padre Fernando].


HOMILIA
Padre Carlos Galli
Tenemos la alegría de compartir esta misa por varios hermanos difuntos y, de un modo particular, en la memoria y con gratitud hacia Pablo, cuando se cumplen siete años de su muerte y cuando, si viviera, en dos días cumpliría setenta y ocho años, un ciclo de vida que realizó de Córdoba a Córdoba.

Muchos de los que estamos nos hemos conocido aquí, y ya hace más de treinta años. Y otros a lo largo de ese tiempo; y muchos de ustedes han participado en las misas de otros años, cada 9 de Febrero; yo no he podido hacerlo muchas veces- la mayoría-, de tal manera que agradezco a Dios y la invitación, también a [el Padre] Rafael y a todos los de la casa la oportunidad de poder compartir esta misa entre todos.

Algunos de nosotros estuvimos en Córdoba ese sábado, el último día de su vida; muchos de ustedes viajaron a las exequias; muchos otros estuvimos en la misa aquí- creo que fue el lunes a la tarde, si no el martes- que concelebramos muchos, que precedió el Obispo [Casaretto], y él predicó. Al final dijimos unas palabras el Padre "Pichi" Meisegeier, de la Compañía de Jesús, y también yo. Y por lo tanto, todos tenemos en la memoria- porque cada uno conoció a Pablo en algún momento de su vida- muchas cosas para recordar y para agradecer; algunos las comparten habitualmente de distintas formas. Cosas que son reflejos de Jesús, el Buen Pastor, con quien él se identificó, y que por eso gravitó en nuestras vidas, en las vidas de muchos de nosotros. Memoria que hoy se quiere volver reconocimiento y agradecimiento, con todo el afecto de nuestro corazón, y que se vuelve acción de gracias en esta Eucaristía. Los dones que Dios dio a Pablo fueron dones que, a través de él, nos llegaron a todos. Por ello, en estas pequeñas palabras, hace siete años, con toda la emoción que teníamos en ese momento, yo me animé a decir: "Gracias a Pablo porque nos dio a Dios, y gracias a Dios porque nos dio a Pablo". Eso es lo fundamental para decir. Todo lo que viene ahora, aunque me extienda un poco- no tanto como a veces se extendía Pablo algunos domingos- debe leerse en ese contexto de gratitud y de gratuidad, porque cuando decía esas palabras pensaba en otras.

El sacerdote es un gran don de Cristo para su comunidad; y la comunidad es un gran don de Cristo para el sacerdote. Y si Pablo recurrió a muchas comunidades, desde Merlo hasta Carapachay, sin duda se ha identificado con Santo Tomás Moro, su comunidad. Por esto queremos dar gracias hoy, y hacerlo con sencillez, porque a todos nos une con él un vínculo entrañable.

Como es la primera vez que hablo en una de las misas del aniversario de Pablo, yo puedo decir que recuerdo cuando, estando en sexto y séptimo grado de San Gabriel, iba a jugar al fúbtol al Bajo [de Vicente López]- es decir, algunos lo llaman "Cáritas"; se llamaba "FAC-Cáritas": "Fraterna Ayuda Cristiana", el terreno que había en Roca después de Libertador- y donde estaban los tranvías que, ustedes saben, él convirtió en hogar. O también, antes de entrar al seminario en el año setenta y cuatro, cuántas misas compartidas aquí o, la noche previa a mi ingreso al seminario, la misa celebrada en mi propia casa- acá está mi padre-, en un tono muy familiar, de tal manera que todos podríamos dar nuestro propio testimonio, que nace de tanto compartido. Nuestra forma de vivir con gratitud y con gratuidad modela nuestra forma de pensar y de celebrar. Nuestra forma de pensar, decía San Ireneo, coincide con la Eucaristía; y la Eucaristía, que es Acción de Gracias, modela, configura, nuestra forma de pensar. Por ello simplemente quiero hacer un recuerdo agradecido, mi estilo es una meditación serena, ya lo saben, ningún panegírico entusiasta ni un "revival" del pasado, ni una "posicio"- "posicio" es un término técnico en los procesos de canonización para el futuro-, sino simplemente una meditación agradecida a Jesús, el Buen Pastor, que se manifestó por medio del Padre. O una lectura cristológica y pastoral de algunos rasgos de su vida, donde nos ilumina la palabra de Dios hoy.

Cuando hablamos con Llorens, con Jorge- y también le avisé que iba a llegar un poco tarde, disculpen la demora en empezar-, vimos que venía muy bien el Evangelio de hoy, porque es de San Marcos, el capítulo 6, y vemos a Jesús en medio de la gente como el Buen Pastor en medio de su pueblo. La gente lo reconoció enseguida a Jesús, dice, lo buscaban ahí donde se encontraba, y todos querían tocar al menos los flecos de su manto, a ver si recibían algo de gracia que cura. Cómo no pensar cuántas veces- acá hay varias secretarias parroquiales de Santo Tomás Moro, pero yo hice de secretario parroquial también, de seminarista, algunos veranos-, cómo no pensar cuántas veces uno, en la Secretaría, recibía a alguien que le decía: "Mirá, Pablo no está"-. "Bueno, pero, ¿cuándo va a venir? Al menos para verlo un minuto"-. ¡Un minuto!. A ver si tocaban algo de su manto. Y, por otra parte, el Evangelio de ayer que hemos escuchado y que es de Lucas, que nos presenta el ministerio evangelizador de Jesús de ciudad en ciudad, y allá en orillas del lago, un Cristo peregrino y evangelizador, que enseña a la gente; dice, el Evangelio de ayer, empieza, recuerden: "Porque la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la palabra de Dios". Cómo no pensar en Pablo, viajero y peregrino, a veces para visitar a su familia, a veces para descansar, normalmente para ayudar misionando, de Jujuy a Formosa, o en todas partes. Con alguien que está por acá, Estela Gonzáles [nota: amiga y abogada del P. Tissera] está, y algunos otros, hicimos un viaje con Pablo por toda la quebrada de Humahuaca en Febrero del año setenta y cinco. Vamos a cumplir treinta años... Y... había que verlo a Pablo lo contento que estaba predicando en la Catedral de Humahuaca a los collas. Bueno, éso uno lo ha visto y oído tantísimas veces más entre la gente. Pero cómo no recordarlo también caminando por las calles de Vicente López, yendo y viniendo de acá para allá, con su andar tan típico; Jesús evangelizador en la ciudad, volviendo de algún lado. Yo, si aprendí algunas cosas, algunas las aprendí de Pablo, por ejemplo: la ternura con que trataba a los enfermos, del Hospital [Houssay] de Vicente López a la Clínica Olivos. Y cómo todos lo conocen y casi todos lo quieren en Vicente López hasta hacerlo Ciudadano Ilustre, años después. La ternura que también muchos de nosotros hemos visto con familiares nuestros; estando a los pies de la cama como una madre- yo lo puedo decir de mi abuela, a quien le decía "mamita", pero él a todas las señoras les decía "mamita", a las madres y las abuelas, o "papito". "Mamita"... Cómo no pensar, con estos Evangelios, la atracción que suscitaba Jesús, la atracción que seguía suscitando Jesús a través de Pablo, sacerdote y pastor.

Porque Pablo tenía pasión por Jesús. Pensemos solamente en alguna de sus casullas, busqué alguna; en alguna de sus casullas, ¿eh?, el Cristo viviente. Pero en tantas otras cosas más profundas, donde él nos trataba de mostrar a Dios en sus palabras y en sus obras, y donde muchos venían buscando comprensión y consuelo, ojalá muchos sacerdotes alcancemos los límites extremos de la comprensión y de la compasión a los que llegó Pablo, que iba buscando, como en el Evangelio de hoy, algo de Jesús que salva y que sana.

O cómo no recordar también el Evangelio de hoy: la gente se amontonaba en la orilla- cómo nos amontonábamos en la antigua capilla de la casa- donde los domingos no entrábamos; estábamos afuera, sobre todo a la noche. La palabra de Pablo fue un don de Dios para todos, nos gustaba escucharlo, pero estábamos afuera; verlo- pero nos amontonábamos por la ventana-; es decir, vivíamos algo parecido a lo que el Evangelio nos refleja hoy de Jesús y de aquellos que, como El, se entregan de parte de Jesús a su pueblo, en este caso a través de la predicación. El se comunicaba a través de la palabra oral y tenía ese carisma, pero también a través de la palabra escrita. Muchos de ustedes deben tener cartas de Pablo. Pero habría que ver otros papeles, que por ahí no mostraba- yo lo muestro, pero él también anotaba lo que iba a decir en las predicaciones-. O sus agendas. O sus papeles sueltos. O sus anotaciones en sus Evangelios. O en algunos de sus libros. O en sus cartas a los sucesivos Obispos que tuvo. De tal manera que su palabra, oral y escrita, nos expresaba mucho de su corazón apasionado por el Evangelio, y de un hombre también letrado, que citaba una frase bíblica, un poema clásico o gauchesco, como citaba un refrán popular.

Y que buscaba siempre lo más profundo; recuerdo que lo invité a hablar- sería el año ochenta y seis, ochenta y siete- a los sacerdotes jóvenes de Buenos Aires, que eran como sesenta o setenta. El siempre tenía una tesis que nunca pudo hacer: la figura de Cristo en la literatura, sobre todo en la novela, y la figura del sacerdote en muchas novelas del siglo XX. Y ahí nos dijo, o dijo: "lo peor que les puede pasar como curas es ser superficiales, y no buscar la profundidad del Misterio". Esa profundidad que veíamos en él, de meterse en los Misterios del Hombre y de Dios. Y que lo llevaba a preguntarse con honestidad todos los temas, y de cada tema hacía una cuestión- los medievales dirían una "questio"-. ¡Y qué cuestiones planteaba Pablo!. Se planteaba cuestiones muy hondas, que muchos lo hemos escuchado, porque las compartía. O preguntaba, y cuando yo ya me dedicaba a la teología, y como un hijo al padre, cuando más bien era el padre hacia el hijo, me preguntaba- ¡nunca encontré persona alguna que pregunte tan difícil como Pablo porque SE preguntaba!- cosas que uno no podía responder en el Misterio de Dios. Y se preguntaba también por la suerte de la Iglesia prsente, y por imaginarse la Iglesia futura.

Años después, leí un libro de un gran teólogo francés, que se llama "Imaginar la Iglesia Católica hacia el futuro", y me acordaba de muchas preguntas que se hacía Pablo hace veinte años. De una Iglesia más fiel, más cordial, más compasiva, más servidora, como queremos, como no es- por culpa nuestra- como queremos que sea. Ese bucear en lo profundo del Misterio del Hombre lo llevó también a indagar y sufrir algunas zonas límites de lo humano donde pocos llegan. Y por lo tanto, a sufrir mucho, a estar atravesado por la noche de la duda, de la soledad, de la angustia, y también del miedo. Pero, sin embargo, a tener una confianza inmensa en Dios, en cuyas manos se ponía como un hijo en los brazos de su padre.

De la propia experiencia personal, si me permiten algo más, recuerdo, entre los años setenta y cuatro - ochenta y uno, después de ordenado, yo, una de las primeras misas la celebré aquí con Pablo; después de ordenado vine mucho menos, y en la década del noventa fue mucho más difícil, muchos otros tienen más autoridad que yo para hablar del último Pablo, de los noventa, pero del setenta y cuatro al ochenta y uno, muchas veces, viviendo mi familia a una cuadra, yo venía a vivir aquí. También dormía en mi casa. En vacaciones de invierno o de verano tuve la llave de la casa muchos años, tuve la llave del cuarto de Pablo- y él quería y me decía: "dormí en mi cama", además de haber dormido en todos los cuartos de esta casa-, de la Secretaría también, en distintos momentos. Y ahí se venía uno de esos tesoros, que era la biblioteca, como riqueza, y se veía su inmensa austeridad como despojo. Habremos conocido pocas personas tan desprendidas, que daban lo que recibían. Como también el compartir la vida familiar- él ha compartido la vida familiar de la mayoría de ustedes, como la mía; hemos compartido los casamientos de mis hermanos y los bautismos de mis sobrinos, muchos aquí-, y creo que muchos aprendimos, también, a bautizar y a casar viéndolo a Pablo. Es decir: cómo se entregaba a la gente.

Y tal vez los aspectos más profundos que él mostraba, o a veces advertíamos, otros también lo han hecho con él. Peregrinábamos en el colectivo 203 a Luján, saliendo de madrugada. Y Pablo vivía en la oración con una profundidad enorme, que nos enseñaba a todos, también en el camarín de Luján. Con algunos de estos recuerdos, donde hemos visto a Pablo presente en la vida de muchos, cómo no recordar también lo que significó y costó transformar esta fábrica en Templo, que está Horacio [Pando] que ayudó mucho como arquitecto, pero muchos de ustedes vinieron a limpiar este piso ese primer sábado, cuando se empezó en el año ochenta o por ahí, para que tuviéramos el Templo- la iglesia grande de Santo Tomás Moro-. Y donde él veía un continuo fluir de gente. Cuántas veces él se preguntaba por qué mucha gente no permanecía en Santo Tomás Moro, hasta que con el tiempo concluía que había un veinte por ciento o algo así permanente, pero había un gran número que fluía. Y alguna vez lo escribió: que era como un constante fluir de gente, sobre todo de jóvenes, como hemos visto también en muchas misas. Esa imagen del fluir caracterizó un poco a esta comunidad. Con sus riquezas y sus pobrezas. Pero es una imagen muy viva de lo que es la vida, ¿no?. El fluir tiene también que ver con lo fluvial y con el río, con el tiempo que pasa, con la vida que va fluyendo, es una de las imágenes más antiguas de la humanidad para hablar del tiempo: el fluir del río y de la vida. Borges decía que es una de las grandes palabras vinculantes del hombre y del lenguaje. Y ese fluir, también, es una imagen de la Iglesia peregrina, que tiene la alegría de caminar y también la pena, a veces, de andar de un lado para otro como nos ha pasado a algunos en la vida, teniendo en el pueblo de Dios nuestra morada, aunque vamos pasando de habitación en habitación, de una parroquia o de una comunidad a otra. Aunque hay un afecto especial aquí.

Para no extenderme más, hay dos reflexiones que quisiera compartir también: para la vida de un sacerdote diocesano- lo sabe Fernando, lo sabe Vicente, lo sabe Pablo aunque sabemos también que, en su corazón y en la realidad, no sólo en el último momento, era un jesuita-, pero en la vida de un sacerdote, sobre todo que tiene un ministerio pastoral parroquial, la norma de su vida es la gente. Las congregaciones tienen sus reglas, pero la regla de vida que pauta el día del sacerdote pastor normalmente son las necesidades y urgencias de los demás. En ese sentido, Pablo se entregó a su pueblo, y se entregó mucho a los pobres, viviendo la opción preferencial sin declamación, porque él había vivido la pobreza desde chico y sabía lo que ello significaba, y porque le salía del corazón el amor predilecto a los olvidados que Dios no olvida- como dice Fernando-, y porque también perteneció a una generación inquieta y comprometida, a quienes el Concilio Vaticano II cambió la vida, y que buscó encarnar el Evangelio en los procesos históricos. Con lo difícil que eso tiene para mantener ese tenso equilibrio entre encarnación y trascendencia.

Pero eso nos tiene que ayudar a nosotros hoy, siete, diez, veinte, treinta años después: a pensar cómo encarnar el Evangelio en nuestras vidas y en los procesos históricos que nos toca vivir hoy en 2004. Cómo se preguntaría y se respondería Pablo muchas cosas hoy, cuando tenemos que renovar ese acto de libertad que nos debe llevar a decir: "Queremos ser Nación", y cuando tenemos que buscar juntos, en diálogo y en participación, qué Nación queremos; que queremos... [cambio de cinta] ... realizaba el ministerio sacerdotal de Pablo- no voy a recordar cosas obvias que todos recuerdan, desde la Olla [popular] hasta las Casas [de Jesús y de María]-, pero donde él vivía lo que Jesús les dijo a los apóstoles en la multiplicación de los panes: "dénles ustedes de comer", que también será el lema del Congreso Eucarístico Nacional.

Y por último, es inevitable que quien vive así su ministerio, entregándose como Pastor, plenamente, sobre todo en una comunidad o en varias, quede lastimado por las heridas de la gente que quiere y a la que sirve. El sacerdote puede tener muchas cruces personales, que las tiene, pero más bien tiene como una concentración y multiplicación de muchas cruces que son las que viven todos los días los miembros de la comunidad a la que sirve. Y Pablo vivió a fondo ese Ministerio de identificarse con el sufrimiento de los demás. Sufrió mucho en la vida: desde el dolor en el alma al salir a la calle cuando se tuvo que ir de la Compañía en Santa Fe- son frases de él-, hasta tantos dolores por las enfermedades físicas y sus repercusiones psíquicas y espirituales, sobre todo cuando se tenía que ir [por] períodos prolongados y tenía tanta nostalgia de la ausencia o de la presencia. Pero así se fue identificando, en sus propios sufrimientos y en las cruces de los demás, con el Cristo yacente; quienes lo conocen más saben que él definió buena parte de su vocación ante una imagen del Cristo yacente en la iglesia de la Compañía de Jesús en la ciudad de Córdoba. Y eso, que lo marcó- no sé si el año cuarenta y dos, cuarenta y tres, o por allí-, lo marcó toda la vida. Porque ser compañero de Jesús es seguir sus huellas e identificarse con la Cruz. Y aquel ocho de Febrero, mirándolo o estando a su lado,- y otros también lo vieron-, yo pensé dónde está mejor representado Jesús crucificado: en el crucifijo que Pablo tenía entre las manos y que agarraba con las pocas fuerzas que tenía y podía, o en Pablo, Cristo crucificado sacramentalmente presente, en alguien que ahora se iba a identificar con Jesús en su muerte, como ahora, que goza de Jesús en su Gloria. Eso pertenece al misterio de la vida sacerdotal si uno lo vive a fondo; por lo tanto, cuando uno dice: "éste es mi Cuerpo" o "ésta es mi Sangre", que es en nombre de Cristo, está poniéndose todo entero en El y sabemos que a Pablo le causaba asombro, fascinación, pero también a veces le resultaba algo tremendo y cansador celebrar la Eucaristía, porque se identificaba profundamente con Jesús, sacerdote y víctima.

Pero eso también le dio un corazón misericordioso para con los demás. La Carta a los Hebreos dice que Jesús- totalmente distinto del sacerdote de la Antigua Alianza que, para estar cerca de Dios, estaba lejos del pueblo-, Jesús, más cercano a Dios, más cercano a su pueblo, o en la fórmula de la Carta a los Hebreos: "Sumo sacerdote fiel y misericordioso". Fiel: como Hijo obediente al Padre, y misericordioso: como hermano no se avergonzó de llamarnos hermanos y ser solidario nuestro. Y en ese contexto la Carta a los Hebreos nos dice algo que nos sirve a todos como cristianos- y nos debería servir a nosotros en particular- de Jesús, y lo podemos decir de Pablo: "por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento", cito, "El puede ayudar a aquellos que están sometidos a la fragilidad". Porque solamente puede compadecer el que padece, o el que ha padecido. Es capaz de transformar la miseria en misericordia. En el corazón sacerdotal del Cristo donde el débil se hace fuerte. Por eso vamos a darle gracias a Pablo por todo lo que nos dio de Dios, pero sobre todo vamos a darle gracias a Dios porque nos ha dado a Pablo, y nos lo sigue dando porque, a la luz de la Fe y la Comunión con Cristo, en la Cruz Pascual la muerte se transforma en vida y eso celebramos en la Eucaristía, y porque él, muchas veces, asociaba en la predicación, consciente o inconscientemente, la imagen de la madre de Juan XVI que sufre cuando va a dar a luz pero después siente alegría porque ha dado una vida, al grano de trigo de Juan XII que es necesario que muera para que fructifique. Vamos a darle gracias a Dios porque Pablo es también como ese padre, o como esa madre, sobre todo, que con su amor ha ayudado a dar luz a la vida cristiana de muchos en esta comunidad y en otras, y a pedir que siga fructificando entre nosotros.

[Hacia el final de la misa el P. Galli señala un par de fotos del P. Tissera] ... la foto de Pablo tomando mate, símbolo de su amistad y su sencillez; aquí tenemos otro pensativo, con su mirada tan honda y su calidez, Señor y Padre Nuestro, te damos gracias por todos tus dones, en particular por el don de la vida, el ministerio, la espiritualidad, el servicio de Pablo en tu Iglesia. Te pedimos que nos sigas ayudando con Tu amor, por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

[La Sra. Marcela Rocca lee un escrito que tituló "Memoria y esperanza"- ver-. Luego, el Sr. Jorge Llorens invita a compartir un poco de pan y vino].

Padre Fernando o Padre Vicente
Bueno, es una forma de prolongar la Eucaristía, ¿no?. Pasamos de la mesa del Altar a la mesa de los hermanos, para que podamos prolongar esta memoria y este recuerdo. Lo hacemos así, muy simplemente, con este pan y este vino. "Bendecir" significa "decir bien"; sobre este pan, que este pan manifieste también lo que cada uno de nosotros, y especialmente esta comunidad, ha sentido y siente por Pablo.

Te pedimos, Padre, que bendigas este pan que vamos a compartir, y que también seamos generosos de dárselo a aquellos hermanos que no lo tienen. Te lo pedimos por Tu Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.


Padre Carlos Galli
El Señor esté con ustedes. Vamos a bendecir los tres juntos. Y que nos bendiga a todos Dios Todopoderoso: Padre, Hijo, y Espíritu Santo, Amén. Pablo nos diría: "que anden bien", ¿no?. Bueno. Y seguramente nos lo dice desde Dios, tratando de andar bien, amar mucho a Dios y servir mucho a los demás; con ese deseo, y para compartir un rato el pan, podemos - ir - en paz.

- Demos gracias a Dios -

[Se generaron aplausos espontáneos]