Recuerdos de Pablo y Bernardo

En Abril de 1987, en una reunión familiar, Pablo Tissera conoció a Bernardo Noriega (a) Ken Hamilton, músico de jazz, presidente del Sindicato de Músicos, dirigente comunista, ateo y exiliado de 1953 a 1955. Inmediatamente se produjo una corriente espiritual y afectiva que continuó en sucesivas reuniones que hacíamos en mi casa, hasta el momento en que la salud de Bernardo se resiente y no puede movilizarse normalmente. Ante la pregunta sobre la posibilidad de que Pablo lo visite, y la respuesta obvia, es que comenzamos a ir hasta la calle Coronel Díaz y reanudar esos encuentros profundos, enriquecedores, divertidos, llenos de historias de vida y deseos de un mundo mejor. El asombro de muchos, por la aparente rareza de esta amistad, nos hacía sonreír ante la incapacidad de VER al ser humano en su interioridad. En Julio del último año de Pablo en Vicente López se vieron por última vez, conversaron de un pintor cordobés- amigo común- y Bernardo le dio un poema de Miguel de Unamuno que Pablo leyó muy serena y emotivamente, diciendo al finalizar:- "Este soy yo"-.

 

Y éste es el poema:

"Escrito en el cuarto en que viví mi mocedad"
     Vuelven a mí mis noches,
noches vacías,
rumores de la calle,
las pisadas tardías,
rodar de coches,
conversaciones rotas
y desgranadas notas
de un pobre piano
viejo y lejano.
     Hundióse así el tesoro de mis noches,
en esta misma alcoba;
aquí dormí, soñé, fingí esperanzas
y a recordarlas me revuelvo en vano...;
no logro asir aquel que fui, soy otro...
      Pienso, sí, que era yo, mas no lo siento,
es sólo pensamiento.
No es nada. La realidad presente me las roba.
Los días que se fueron, ¿dónde han ido?.
De aquel que fui, ¿qué ha sido?.
      Muriendo sumergióse aquel que fuera...
Hijos de tantos días que en el fondo
de la oscura cantera
de mi conciencia yacen.
Y allí dentro, ¿qué hacen?.
      El alma es cementerio
y en ella yacen los que fuimos, solos,
los días se devoran...
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Cierro los ojos:
a ver, mi fiel memoria: ¿acaso no te acuerdas?.
Era un muchacho pálido,
triste, con la tristeza del que sueña
días de gloria...
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      ¡Oh, si hubiera llegado a conocerme!
¡Oh, si aquel que yo fui ahora me viera!...
¡Y si le viera yo, si en un abrazo
se hiciese vivo el lazo
que ata el pasado al porvenir oscuro!
      Se me ha muerto el que fui; no, no he vivido.
Allá entre nieblas,
del lejano pasado en las tinieblas,
miro como se mira a los extraños
al quie fui yo a los veinticinco años.
      Cada hijo de mis días que pasaron
devoró al de la víspera;
de la muerte del hoy surge el mañana,
¡oh, mis yos que finaron!
Y mi último yo, el de la muerte,
¿morirá solo?.
      ¡Oh, tremendo misterio de la muerte!
Todos esos que he sido,
¿no acudirán en torno de mi lecho
para aliviarme el pecho
de la terrible soledad postrera?.
      Cuando al fin muera,
¿no vendréis, ¡oh, mis almas juveniles!,
ángeles de los días de mi infancia
y de aquella mi verde primavera,
con la auroral fragancia
consolaréis el tránsito tremendo?.
      ¡Cuántos he sido!.
Y habiendo sido tantos,
¿acabaré por fin en ser ninguno?.
De este pobre Unamuno,
¿quedará sólo el nombre?.

(De "Rimas de dentro", 1923. "Poetas líricos castellanos")

Durante su enfermedad en Córdoba, siguieron en contacto con un sentimiento y respeto- algo tan valioso y escaso- que agradezco a Dios haberlo visto.

                                                                         Haydée Thompson
                                                                         Vicente López, 2005.