Epifanio

ANECDOTAS

SU AMIGO EPIFANIO
"Cuando llegué a Merlo, al otro día, las damas con la mejor buena intención, me dieron una lista de las casas donde podía ir y otras que no me convenía visitar; como de las personas con las que podría hablar y a otras que debía evitar. Me dieron una guía, un prospecto para transitar serenamente Merlo. Y uno de los inconvenientes que me pusieron fue Don Epifanio, que mejor no lo tratara. Había luchado contra Franco en España. Tenía fama de hereje, de marxista, de todo, el viejo. No convenía que un sacerdote lo tratara, no quedaba bien. A los tres días pasaba yo por la casa de él (a media cuadra de la capilla) y lo ví: un hombre ya muy anciano que estaba haciendo fuerza para subir un arado, también muy viejo. Había puesto una tabla y empujaba y empujaba y no podía. Me arrimé, entré a su terreno que no tenía cerco y me puse a la par de él. Don Epifanio me miró y me dijo:- "¿Tu quién eres?. ¿Eres el cura?"-. - "Sí, soy el cura"-, le dije- "y quiero darle una mano, cualquier hombre lo puede hacer"-. Y entre los dos, fuerza va, fuerza va, y lo subimos. Después, mientras me abrochaba la sotana, me dice:- "Ahora posiblemente me digas que vaya con tus beatas a rezar al Sagrado Corazón de Jesús, me digas que le vaya a rezar a la Santa Virgen María, y estás equivocado, Epifanio no entra a la iglesia"-. Yo le contesté:- "Por empezar saludémonos: me llamo Pablo Tissera, soy cordobés, y me han dicho entre otras cosas, que no hable con usted, pero también me han dicho que hace usted un buen vino, y es la siesta... Y un traguito nos caería bien"-. - "¿Sabes que tienes razón?. Pasa"- me dijo. Bueno, me quedé como cuatro horas con él. Cosas interesantísimas me contó.

Se ve que tenía ganas de hablar, hablar, hablar, y de allí en adelante, nos visitábamos con frecuencia. Cuando él encontraba algo de la iglesia, lo recortaba y me lo traía. Cuando yo encontraba algo bueno de Rusia, también dificil, le llevaba la noticia. Nos pasábamos noticias; es decir, cambiábamos "figuritas". Nos habíamos hecho muy amigos, él tenía sus sufrimientos y me los habrá contado. Un día lo eché de menos, pregunté por el viejo y me dijeron que estaba muy mal. Intenté entrar a su casa, pero había una guardia, de los clásicos tiempos de antes, que pensaban: cuando hay un enfermo, el cura no entra; trae mala suerte, es pájaro de mal agüero... Me resigné. Pero un día, al levantarme de la siesta, no sé cómo, se ve que me habíam pasado un mensaje debajo de la puerta, encontré un papel que decía solamente: "Ven. Epifanio". Me puse la sotana y salí disparando. Otra vez la guardia me atajó. Y siento que Don Epifanio, desde adentro, pega el grito:- "Dejad entrar al cura"-. Entré con toda la guardia, que no me dejaba. - "Idos todos, dejadme con el cura"-. Me arrimé a él y realmente me conmovió, estaba flaco, demacrado, se iba, se iba. Le faltarían horas... pero sus ojos eran una brasa todavía. Me tomó con sus manos y me dijo:- "Seguro que dirás que Epifanio ha encontrado a Dios, que Epifanio quiere confesarse, que Epifanio quiere recibir la Comunión, que Epifanio ha encontrado un cura bueno. No, no vas a tener ese gusto. Epifanio muere en su ley. Epifanio no se rinde, Epifanio no va a doblar la cabeza"-. - "Pero no"- le contesté,- "Don Epifanio, dejesé de macanas, vámonos a Mendoza; yo hablé con dos o tres para llevarlo a Mendoza por su enfermedad"-. - "No, ya no hay tiempo"- me replicó (fatalista como buen español), - "esto no tiene vuelta ya"-. Y me señaló un arcón de madera, con herrajes, muy hermoso, una maravilla. - "Abrelo"- me ordenó. Había de todo: telas... Recuerdos. Saqué unas telas nuevas y me dijo:- "Llévaselas a las monjas, para que hagan vestidos a las chicas"-, y me fue encargando que le diera las cosas a distintas personas. Hasta encontramos un rollo gruesito de dólares- calculé que eran dólares, porque no los conocía-. "Dáselos a las monjas porque a veces vienen chicas que no tienen que comer; dáselos a las monjas"-. El me decía:- "Sigue buscando"-. Y yo seguía buscando y había sacado casi todo. El me decía:- "Busca, busca, busca"-.

En el fondo encontré un Cristo español que era una maravilla, una ternura, un dolor, un Cristo desgarrado, un Cristo sufriente, lleno de sangre... Hablaba el Cristo con sus ojos así. Pero yo me dije:- "¿Qué va a ser esto?..."-. Lo levanto con miedo y se lo muestro. Le digo:- "¿Esto?"-. - "Sí , hombre, eso"- me responde.

- "El, El"-. - "¿Se lo llevo?"-. - "No, no, Epifanio va a morir como ha vivido en los últimos años. No me lo traigas. Pero dile que Epifanio lo quiere mucho; bésalo y déjalo ahí..."-. Y así se fue.

Padre Pablo Tissera.

 

(Entrevista realizada al Padre Tissera por el Sr. Pedro Rubén Busto.
Revista "Trapalanda". Agosto 1994. Merlo, Pcia. de San Luis).