Galita

GALITA URQUIZA VELANDO LOS HUESOS


Estaba yo sentado leyendo el diario mientras un muchacho, hijo de Don Ramón Fernández, que era albañil y vive en el camino al cementerio... ("Se llamaba Valeriano"- le debí apuntar- "y ahora tiene más de cincuenta años"). Bueno, él estaba cavando un pozo en el patio de la parroquia, al lado de un naranjo grande que había entonces, y me gritó:- "¡Padre, acá hay un difunto!"-. Le recomendé que no siguiera con la pala porque lo podía quebrar; le alcancé una cuchara de albañil y le dije que siguiera la dirección de los huesos. Así pudimos sacarlo completo. Después lo colocamos en unos diarios y lo guardé en mi pieza, pensando llevarlo al otro día al cementerio. A la tardecita viene la Galita y me dice:- "Padre, ¿qué va a hacer con el finado?. ¿No lo va a velar?"-.

Reconozco que yo no había pensado en eso. Galita me dice:- "Si usted me los dá, yo lo voy a velar en mi casa"-. Ya había invitado a unas cuantas de sus comadres viejas y a otras que no lo eran tanto. Acomodó los huesos sobre unos trapos negros y los rodearon con unas velas chiquitas. Ahí las dejé rezando y me fui a dormir. Estaba rendido y solo, porque el Padre Psenda se había ido al Sur, cuando sentí el griterío.

Serían como las dos de la mañana. Y Galita que me golpea la puerta que era de latón.- "¿Qué pasa?"- le digo. - "Son esas viejas"- me contestó- "que son incrédulas y supersticiosas, dicen que los huesos se están moviendo. Gente sin fe, que no tienen conocimiento, por eso creen que los huesos se están moviendo. Présteme unos trapitos limpios"- (lienzos bendecidos, ya en desuso).

Fui con un poco de prevención y era cierto, parecía que flotaban. Al estar enterrados, los huesos se cubren de fosfato; con el calor, por esa fosforecencia, comienzan a brillar. Y brillaban tanto que parecían flotar. Galita, que era muy creyente y sensata, los fue tomando uno por uno y limpiándolos. Había que tener gran tranquilidad y entereza para hacerlo. Después pudieron seguir velándolos. Al otro día los llevé al cementerio.

Padre Pablo Tissera.


Nota: El primer cementerio estaba en la capilla que fue construida aproximadamente en 1720. Esos huesos debieron pertenecer, por su ubicación, a algunos de los primeros habitantes de Merlo.
Galita Urquiza atendió la capilla, a la imagen de Nuestra Señora del Rosario y a los sacerdotes destinados en Merlo por largos años.
El Padre Pablo Roberto Tissera, la Sra. Gala Urquiza y el Padre Isidoro Psenda en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario.
Villa de Merlo, pcia. de San Luis, Argentina. 1960-62 aprox.

(Foto gentileza Sr. Néstor Milia).




(Entrevista realizada al Padre Tissera por el Sr. Pedro Rubén Busto. Revista "Trapalanda". Agosto 1994. Merlo, Pcia. de San Luis).