Familia

 

LA FAMILIA DEL PADRE PABLO TISSERA

En la misa que ofreció en 1977 en memoria de su madre Rosa, y por la gran multitud de amigos y conocidos presentes, el Padre Tissera agradeció “al Dios vivo de que haya operado delante de mis ojos este milagro de amor y fidelidad, que es el comienzo de la Resurrección”. En sus palabras, este hijo fue reflejando el perfil de aquella mujer que no sólo había dado vida desde su vientre a él y a sus cinco hermanos de sangre, sino que también había asistido alimentando, vistiendo y visitando a a gran cantidad de otras personas con necesidades, incluso recibiéndolas en su casa. Otra manera de dar vida.

Rosa Madariaga y su esposo, Victorio Adelmo Tissera, suboficial del Ejército Argentino, vivieron muy sencillamente. En particular, muchas personas describen a Rosa como una mujer “maravillosa”, “caritativa”, “extremadamente buena” y “muy religiosa”, que daba catequesis y que solía ir a misa con su hija Selva a la Compañía de Jesús. Allí “dedicaba cinco, seis, siete horas a trabajar para los pobres; ella tenía un taller de costura, trabajaba”. Cuando se enfermaba alguien, enviaba a su hija Selva:- “Vaya, Niña, a verla a la vecina `Tal` que está enferma. Lleve el monedero; si no tiene con qué comprar una inyección, la compra, se la coloca y recién se viene`-. Era así. Hacía todo el `servicio` completo”.

Por otro lado, la presencia de Victorio, con su rango militar, “de aire austero, pocas palabras... “, “un señor muy bueno, calladito...”, imponía otro tipo de respeto, aunque no dejaba de ser una persona muy amable y educada, proveniente de una sencilla familia de campo. “A papá nadie lo tuteó” –aseguró Selva-. “Era un `documento`, don Tissera. Su palabra era `palabra santa`”.

Dos de los tres primeros hijos de este matrimonio fallecieron muy pequeños por enfermedad, sobreviviendo Pablo Roberto, nacido en 1926. Su hermana Selva (“la Niña”) nació en 1933. Fue una mujer de gran fortaleza y estudió medicina. Al poco tiempo de recibirse, ella misma se diagnosticó un cáncer por el cual los médicos la desahuciaron, pero ella lo superó a fuerza de constancia y fe, viviendo una larga vida y atendiendo a todo aquel que la necesitase. Selva Tissera “es una santa para mí” -afirmó un amigo-; “es una mujer brillante. (...) Sufrió muchísimo, le costó recibirse pero se recibió; vivió al servicio de la Iglesia, al servicio de Dios, eso seguro. Dio paz, dio bendiciones a todos, y evidentemente es una mujer que tiene una significación que no puede ser vista como la de Pablo, pero es semejante... Porque sanó, curó, bendijo. Es una mujer excepcional”.

Años después nació María Josefa (“Nené”). Misionó con sus hermanos, y cantaba muy bien, especialmente folclore a dúo con Selva. Fue maestra rural y también mostró vocación por el bienestar del prójimo estudiando enfermería. Lamentablemente falleció joven.

Victorio (“Toti”) nació en 1947. “Yo era el último, muy separado del resto de mis hermanos. Mi hermana anterior a mí me llevaba doce años. Entonces era el benjamín”. Tras hacer el servicio militar en Buenos Aires y vivir unos años en Mendoza, volvió a su hogar natal. “Y de ahí ya no me moví más de la `Doc`” (Selva), ayudándola en todo lo que fuese necesario.

En su carácter solidario y acogedor, Rosa y Victorio se hicieron cargo de una beba llamada Gabriela. Logró estudiar y trabajar, y hoy tiene una familia propia.

Doña Rosa tenía un hermano, también de inclinación religiosa: Miguel Madariaga fue hermano jesuita y al parecer influyó en la opción de Pablo Tissera tanto por la carrera eclesiástica como por su elección de la Compañía de Jesús.

Cuando esto ocurrió, sus padres se opusieron, especialmente Victorio, pues dejarlo ir sería como perder al tercero de sus hijos, ya que la preparación jesuítica es larga y alejada de la familia. Su madre, en cambio, poco a poco, “se ocupó de amansarlo” a su esposo:- "`Es su vocación, no le podés torcer la vocación. A vos nadie te torció la vocación. Vos quisiste ser militar, y tu madre te dejó ir. Era viuda y sola. No podés negarle` -contó Selva-. A mamá se le partía el alma, el corazón, pero trabajaba a favor de su hijo” -. Sin embargo, cuando llegó el día de la partida, tras volver Victorio a la casa sin su hijo, Doña Rosa dijo:- "No se hace de comer. Todo se cierra en esta casa. Se ha ido el hijo"-.

“La mamá tenía un respeto profundo por el Padre. ¡Ella le decía `el Padre`!”. “Ella decía que era un privilegio muy grande que Dios hubiera elegido un hijo de uno para el sacerdocio”. Y a su vez, “el Padre Pablo, a la madre, le tenía gran veneración y un gran respeto. ¡Doña Rosa era algo... que estaba entre Dios y la Humanidad!”. Dijo Toti: “Siempre nos enseñó mamá el respeto por el sacerdote: -`Tu hermano es sacerdote, usted debe comportarse`-. Y papá a él (Pablo) siempre le enseñaba y le recordaba que el hábito no hace al monje. Que hay que serlo, y parecerlo, cada uno en su profesión. Así era la vida”.

Dicen los testimonios que la familia del Padre Pablo fue un núcleo de apoyo y de desarrollo, sostén de él, en muchos aspectos, espirituales y psíquicos, y que la casa era “virtualmente una parroquia", “una casa extraordinariamente hospitalaria”. Es que los alumnos del colegio de Tissera en Merlo iban a Córdoba en grupos de unos diez, entre chicas y chicos, y se hospedaban allí. “Nosotros llegábamos a casa, y Doña Rosa:- `¡Vienen los chicos de Merlo!` -con una alegría...- `¡Vienen los chicos de Merlo! ¡Abran las heladeras! ¡Dénles de comer! ¿Qué quieren, chicos? ¿Qué necesitan? ¿Quieren dormir? ¿Quieren comer? ¿Quieren...? ¿Qué quieren? ¡Son los chicos de Pablo!` -decía-; `Son los chicos de Pablo`-. Doña Rosa [era] igual que el cura”. ¿No sería al revés? “Era como una gran madre... De sentarse, tipo gran madraza, a darnos de comer, de escucharnos, de escucharnos llorar, todas esas cosas... Doña Rosa era... como una gran falda”. Y la de los Tissera “era `nuestra` casa. Uno iba y recurría a ellos cuando se sentía mal, cuando... un montón de cosas. Era invalorable”.

La familia Tissera siempre acudió en ayuda del Padre Pablo, por ejemplo rescatándolo de prisión durante la represión del estado peronista a las manifestaciones católicas en 1955; o cuando enfermó, estresado, por su intensa actividad y decenas de preocupaciones. Y no una sino varias veces. El Padre dejó constancia de las atenciones familiares en una carta: “Estoy más que cómodo en mi casa. Me cuidan, me miman, leo, rezo. ¡Todo!”. Quizá sería como volver al vientre de la madre... Tras la muerte de Doña Rosa, su hija Selva pasó de manera natural a ocupar su lugar como pilar de la casa, y atendió a su hermano Pablo con gran celo, como lo hizo con todos sus parientes, hasta sus últimos días.

“Puedo decir como algo muy personal de mi amada familia Tissera que todos y cada uno de ellos tuvieron una fuerte vocación de servicio” –cuenta Gabriela-. “La casa siempre fue del pueblo, de la familia cercana y de la lejana, de los amigos, de los amigos de los amigos, de los que iban pasando, siempre las puertas y el corazón abierto. Imaginate: teníamos el curita (Pablo), la doctora (Selva), la enfermera y maestra de escuela rural (María Josefa), miles de veces el camillero, ambulancia, remis y fletero improvisado porque hacía falta (Toti). Sin duda, para la formación de estas personalidades solidarias y fuertes influyeron los genes y el ejemplo de vida de sus padres Rosita y Victorio, como así también de nuestro muy querido y recordado Tío Miguel (hermano Jesuita). Diré sin miedo a exagerar que cada uno de ellos honró la vida, pasó por esta vida dejando huella. Yo: eternamente agradecida, me criaron como una hija más, desde mis tres meses de edad, con amor y buenos ejemplos”.

La familia como sostén, apoyo, base y protección. Quienes recibieron ayuda, consejo y afecto de los Tissera no lo olvidan nunca y lo expresan contagiosamente, recordando a los que ya no están entre nosotros con sus palabras, reviviéndolos en sus corazones.

 

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Agradecemos cálidamente los valiosos testimonios de Victorio y Selva Tissera, Gabriela Espeche, la familia Aranguez, la Sra. Albornoz, el Sr. Milia y el Sr. Boutigue, en los que nos hemos basado para elaborar este retrato familiar.