10 Febrero 1997 (Sto. Tomás Moro)

 Lunes 10 de Febrero de 1997. 19 hs. Parroquia Santo Tomás Moro

MISA POR EL ETERNO DESCANSO DEL
PADRE PABLO ROBERTO TISSERA, S. J.

Concelebrada entre el Obispo de San Isidro Mons. Jorge Casaretto, el P. Rafael Rodríguez, el P. Carlos Galli, padres jesuitas y otros.

Monseñor Jorge Casaretto
[...] Queremos compartir con Pablo la que ha sido (?) aquí la mayor parte de su vida, la feligresía de esta parroquia y sus últimos tiempos.

En primer lugar creo que vale la pena que reflexionemos sobre la muerte. Para un sacerdote, y yo diría para todos los cristianos, por los méritos de la resurrección de Cristo, la muerte se va transformando; de enemiga para ser como una amiga y una hermana nuestra. Amiga y hermana porque nos va acompañando, la idea de muerte nos va acompañando a los cristianos a lo largo de toda la vida. Deja de ser, para quien se convierte y queda en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros, deja de ser la enemiga. Deja de ser esa dimensión traumática para convertirse en el momento inexorable por el que pasaremos. Pero momento que es, para nosotros, significativo porque es el momento en que se abre la posibilidad de la gloria, de la visión de Dios, el compartir ya la eternidad con el Señor.

De ahí que todos los sacerdotes vamos conviviendo con la muerte: acompañamos a tantos enfermos, los ayudamos de tantas y tantas maneras a acercarse a Dios, a prepararse para el encuentro con Dios, que todo esto nos ayuda también a nosotros a ir preparándonos. Y creo que eso es el modo como Pablo eligió (?) la muerte. Acercarse al encuentro con el Señor, un encuentro deseado. En todos nosotros existe esa tensión; queremos quedar acá en la Tierra porque tenemos siempre muchas cosas que hacer, ¡gracias a Dios! Los que tenemos una intención evangelizadora y apostólica, queremos permanecer con el pueblo a quien acompañamos, porque pensamos que Dios nos destinó a este pueblo. A Pablo le pasaba eso: él sentía, lo sintió siempre, ese deseo de estar junto a los hombres, junto a las mujeres, consolándolos. Y entonces esa tensión era lógica: querer quedarse para seguir viviendo, pero por otro lado sentir la atracción de la misión de Dios, del encuentro definitivo con el Padre, de la Eternidad. Por eso no estamos en este momento realizando un acto trágico, al contrario; estamos haciendo un acto glorioso, de alguna manera. Le estamos dando gracias a Dios por lo que significó la vida de Pablo, y estamos ya acompañando a Pablo en este encuentro con el Señor.

Yo creo que sería molesto para Pablo que hiciéramos una apología de su vida; todos los que estamos acá, de una u otra manera, lo conocemos. Los sacerdotes hemos compartido con él tantos y tantos momentos, algunos más amigos, otros menos amigos, pero todos hemos conocido mucho a Pablo. Pablo era una de esas personas que no podía dejar de ser conocida, que donde estaba era una persona que siempre tenía una referencia, era una referencia. Todos los que estamos aquí estamos por eso, porque lo conocemos. Entonces conocemos sus virtudes, conocemos también lo que fueron sus defectos; lo conocemos perfectamente. Sin embargo, sin hacer una apología, me gustaría destacar algunos aspectos fundamentales. En primer lugar, su dimensión sacerdotal.

Yo diría que la muerte, a veces, encuentra a algunas personas en la plena vitalidad y a otras personas la muerte les llega casi como una dimensión natural de lo que ha sido la vida. Esta es la muerte de Pablo. El, que se gastó y se desgastó, encuentra la muerte en el desgaste natural de la vida, de los años... que el misterio de la misión representa. Y entonces la de él es una muerte ¡muy digna! Terminar la vida porque la vida termina con uno, porque el techo de la misión, porque la carga sacerdotal ha sido tan intensa, que el desgaste ha sido tan fuerte, y entonces la muerte le llega casi naturalmente, como una consecuencia de cómo se vivió. Y de esto le tenemos que agradecer al Señor. ¡Gastarnos y desgastarnos, como dice [el Evangelio], pero gastarnos y desgastarnos por la misión que Cristo nos encomendó! Y Pablo fue sacerdote hasta el final.

Su fidelidad al Señor, al sacerdocio; fidelidad que lo lleva a tener esta actitud heroica, de ofrecerse para una misión muy difícil, como era enfrentar la Parroquia de la Sagrada Familia de Carapachay en momentos muy dolorosos para la vida de esa parroquia por la deserción sacerdotal de otro sacerdote. Y entonces se le aparecen los años del sacerdocio de Pablo, la fidelidad al ministerio para contraponer esa fidelidad a esta dimensión trágica de una comunidad que quedó sin pastor. Ese último ofrecimiento creo que pone de manifiesto lo que significó el sacerdocio de Pablo, que era ser sacerdote hasta el final. Sacar fuerzas de donde ya casi no las tenía para seguir queriendo a la Iglesia. Y ese año que ha pasado ahí y que le ha significado ese desgaste final es un año glorioso, del cual todos tenemos que agradecer al Señor. Si ese trabajo, que era un trabajo esforzado y heroico, significó un apresuramiento de su muerte, creo que si Pablo lo hubiera tenido que elegir, lo hubiera elegido. Porque así era el sacerdocio de él, y de esto entonces le agradecemos plenamente al Señor: la fidelidad, la entrega, el gastarse y desgastarse, por el amor a Jesucristo y el amor a los hermanos.

Otro aspecto fundamental en su vida: yo creo que todos nosotros, de una u otra manera, estamos dotados de carismas -nosotros los cristianos-, tenemos algunos dones más particulares que Dios nos entrega y que marcan nuestra vida. Esto es visible en los sacerdotes, es visible en los fieles, en las instituciones de la Iglesia también... En Pablo había un carisma muy claro: era de esos sacerdotes que abría brecha, cuyo diálogo con el mundo, a veces audaz, acercaba a hombres a la Iglesia a hombres y a mujeres que, quizás, nunca hubieran tenido acceso al Evangelio. Era un apostolado más audaz. Yo diría que fue como una interpretación del diálogo con el mundo que la Iglesia debe seguir; carisma muy particular de él y un carisma del pueblo (?) santo, muy iluminador para nosotros. Muy iluminador para estos tiempos. Tiempos donde la Iglesia está requerida para el diálogo, para la comprensión de lo que es el mundo, y para dialogar con este mundo tal como el mundo es. No inventándolo nosotros sino así como es, dialogar con el mundo tal como es. Esta particularidad pastoral de él lo llevó, por supuesto, a amar de un modo también muy particular a los pobres, a los que estaban golpeados por la vida. Mucha gente golpeada por la vida. Y esto es una característica del Buen Pastor. Jesús es el Buen Pastor que deja a las noventa y nueve ovejas para buscar la oveja que está perdida. Me parece que ése es uno de los tantos carismas que aparecen en el Evangelio, de los carismas profundamente evangélicos que estaban muy encarnados en el ministerio pastoral de Pablo. También por esto le damos gracias al Señor en esta tarde.

Y cada uno de nosotros, seguramente, a través del conocimiento, del diálogo que tuvo con él, del compartir años de vida, experiencias, en lo más profundo del corazón tienen recuerdos, sentimientos, que hicieron de la relación de cada uno de nosotros con el Padre Pablo un camino también para estar más cerca del Señor. Por todo esto, esto que vamos a recoger en esta Eucaristía, los sentimientos de todos ustedes y de tantas otras personas que seguramente no están acá esta noche, los sentimientos de la feligresía de la Sagrada Familia, de San Antonio, los sentimientos de la feligresía de Santo Tomás Moro, los sentimientos de todo este clero los vamos a poner en las manos del Señor para agradecer lo que fue este ministerio y para pedir por el alma de Pablo en este momento.

Hubo un hecho final -que, después al terminar la misa, el Padre ... (?), que viene representando al Comisario de los Padres Jesuitas, les va a explicar a ustedes- pero del cual voy a hacer una sola mención: Pablo tuvo una formación con los Padres Jesuitas. Y ciertamente el carisma de la Compañía de Jesús lo marcó mucho, lo marcó muchísimo. Y siempre tuvo el deseo de terminar su vida... (¿Muchas veces expresada?) una gran... una mayor unión a la Compañía. Gracias a Dios el Señor le otorgó esa gracia, y como les decía, después [el Padre ...] (?), va a comentar un poco brevemente lo que ha significado hasta último momento en la relación con la Compañía de Jesús.

Nos ponemos, entonces, en esta comunión con el Señor, damos gracias al Señor por la vida de Pablo, pedimos cada uno de nosotros en nuestro corazón por el alma de él.

(...)


Intenciones
Por el bien (?) de Dios, Pablo, para que renacido hijo de Dios por el Bautismo alcance la plenitud de la vida, roguemos al Señor.
Para que alimentado con la Eucaristía resucite glorioso en Cristo, roguemos al Señor.
Para que ungido ... (?) consiga la salud eterna, roguemos al Señor.
Por todos los aquí reunidos, los amigos, para que consolándonos mutuamente recibamos el consuelo de Cristo, roguemos al Señor.
Por todos los que han muerto con la esperanza de la resurrección y por todos los difuntos cuya Fe sólo a Dios conoce, para que vivan en Cristo para siempre, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, que escuches estas súplicas que ponemos en tu presencia pidiéndote por el alma de nuestro hermano Pablo, sacerdote, y por las almas de todos los fieles difuntos, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


Padre Carlos Galli
(Inicia inentendible) ... lo dijo Jorge, el Obispo, en nombre de la Diócesis de San Isidro, y lo ratifique (?) en nombre de la Compañía de Jesús. Solamente en nombre y para los familiares y amigos, miembros de esta gran familia de Dios, a cuántos de nosotros Pablo nos ayudó a vivir y a cuántos de los nuestros ayudó a morir. Y a cuántos recordó permanentemente en cada oración y en cada Eucaristía. Y por eso, todos los que le acompañaron a lo largo de estos años, en particular de estos meses, en particular esta semana, y muy especialmente el sábado. Darle gracias a todos, empezando por sus hermanos, aquí presente su familia también, sus amigos y amigas, curas y laicos, mujeres y varones; algunos y algunas lo acompañaron muchísimo, y en nombre de Dios y de la Iglesia se lo agradecemos. Y esta pequeña comunidad de quince a veinte personas, que el sábado nos tocó la gracia de acompañarlo, representábamos a todos. Y esa enorme comunidad que ayer lo veló en la iglesia de la Compañía y que hoy acompañó su misa de exequias precedida por Carlitos, también representaba a todos. El cura muchas veces se pregunta: ¿quién me va a acompañar a morir y quién me va a recordar muerto? Muchos lo acompañaron, lo acompañamos a Pablo, muchos lo recordamos hoy, aquí y siempre. Y en segundo lugar y último, como decía Jorge [Casaretto], Pablo murió como vivió, sacerdote, y finalmente Jesuita. Y el sábado Dios concedió, después de un momento de inconsciencia, una lucidez que le permitió vivir tal vez -perdonen que me anime a decirlo, son 25 años cerca de él- tal vez uno de los momentos más importantes de su vida. Uno de los días más importantes de su vida, quizás. Porque "crucificado" a la cama o- (...?)- como "estaqueado" a la cama, sin embargo se agarraba del crucifijo y uno podía pensar dónde estaba ahí Jesús crucificado: en el crucifijo de madera que tenía en sus manos o en él, que estaba compartiendo la muerte de Jesús hasta el final. Y estando Jesús crucificado en él, en ese gesto de humildad, irse (?), hasta el final, se agarraba al crucifijo. Un hombre que pasó por algunas noches que no pasamos todos, como la del miedo, como la de la duda, y como la depresión (?). Y sin embargo, Dios le dio la gracia de unirse a Jesús crucificado y ahora resucitado hasta el final. Y todos tenemos en nuestra memoria signos impresionantes del amor de Jesús el Buen Pastor a través del corazón y de la vida de Pablo. En ese momento, al rezar, los quince que estábamos ahí por las cuatro de la tarde, y él seguir con una consciencia con sus labios, sus manos, y sus ojos la oración, también quiso saludarnos a todos como él hacía cuando daba la bendición final, así [hace la señal de la cruz como la hacía Pablo, con movimientos muy amplios]: "que estén bien, vayan en paz". Eso hizo, estando a punto de morir. Y cuando luego fue, con el Padre Estrella [SJ] y los compañeros de Jesús, el momento de la plena incorporación, cuando se lo dijimos con el hermano, con Toti [Victorio Tissera] puso una cara de alegría inmensa, cuando venía [el Padre] Estrella [SJ]. Y en ese momento -por lo que me cuentan; yo ya me había vuelto-, siendo bendecido, bendijo como cura, hasta el final, a los que lo acompañaban. Por eso, por la vida sacerdotal de Pablo, damos todos muchas gracias... Le damos gracias a Pablo porque nos dio a Dios y le damos gracias a Dios porque nos dio a Pablo.

[Aplausos espontáneos]

Padre ... (SJ)
Esta mañana el Padre Provincial de los Jesuitas, el Padre García Mata, me pidió que por favor venga a participar de esta misa en nombre de los Jesuitas, y lo único que me dijo fue: "Por favor, pedí públicamente perdón en nombre de los Jesuitas, porque no lo supimos entender a Pablo". Hay un carisma difícil. A mí muchas veces me resulta muy difícil las palabras de Jesús en el Evangelio: ser a la vez paloma y serpiente. Los que muy bien conocimos al Padre Pablo, sabemos que era un hombre extremadamente bondadoso, entregado a los demás, porfiadamente puesto en las manos de los otros que jamás dejaba de recibir a quien golpeara la puerta o a quien le pedía algo. Y por eso Pablo siguió su camino de cristiano y de sacerdote, para poder continuar su preparación al sacerdocio fue recibido, lo sabemos, por Monseñor Di Pasquo en San Luis; luego, ya corriendo los años, cuántas veces nos encontramos aquí o en la villa de Retiro junto con el Padre [Carlos] Mugica, con los catequistas de la villa... Momentos bien difíciles, para poder, como se dice, difícil... "discernir", entender lo que estaba pasando respecto a la pobreza, a lo que nos decía el documento de San Miguel, de Medellín, etcétera, etcétera. Luego, al asesinato del Padre Mugica se quedó viviendo tres días en Retiro conmigo para expresar su cariño hacia los pobres, en su entrega a los demás. Después, en esos muy duros... el periodismo le dice "años de plomo", él iba muy seguido aquí, a Belgrano, al CIAS, a almorzar con nosotros, los Jesuitas, para ver si de nuevo podía seguir en su sacerdocio como jesuita. Recuerdo que, espiritualmente, de sacerdote a sacerdote, de hermano sacerdote a hermano sacerdote, hablamos muchísimo viendo cómo nosotros podemos ser paloma y podemos entregarnos verdaderamente por los demás en la Iglesia. Y así entonces Jesús lo encontró a Pablo: así Jesús se nos muestra a través de Pablo. Así se nos manifiesta. Y así fue su deseo, también, espiritualmente, de querer, diríamos, como completar su vida como jesuita.

Pasado mañana nos van a poner en la frente las cenizas, el Miércoles, y nos van a decir que nos arrepintamos, que pidamos perdón, que nos convirtamos, que creamos en el Evangelio. Por eso en nombre de los Jesuitas pido perdón, pido que todos sepamos reconciliarnos, porque ya un hermano nuestro está en los nuevos cielos, en la nueva Tierra, donde está efectivamente el amor y la justicia.

[Aplausos espontáneos]


Monseñor Casaretto
Oremos.

Después de recibir los sacramentos de la salvación, te pedimos humildemente, Señor, que tu servidor Pablo, sacerdote, a quien hiciste en este mundo administrador de tus misterios, pueda gozarlos en su plenitud en la realidad de la gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Vamos a invocar a María Santísima, nuestra Madre, para que ella, que lo acompañó en la Tierra, lo presente con sus manos al Padre Celestial en la gloria. El Señor esté con ustedes.

Dios, que en su providencia amorosa, quiso salvar al género humano por el fruto bendito del seno de la Virgen María, los colme de su bendición. Amén.

Y que los acompañe siempre la protección de la Virgen por quien han recibido la ... (?) de la vida. Amén.

Y a todos nosotros, reunidos, para celebrar con devoción a María Santísima, devoción que caracterizó también la vida de nuestro hermano Pablo, este momento de su tránsito, las bendiciones de Dios nos acompañen y nos hagan también llegar a los bienes definitivos del Reino de los Cielos. Amén.

Que la bendición de Dios Todopoderoso, del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén.

Vayamos en la paz y el amor del Señor. Demos gracias a Dios.

[Se cantó “Santa María de Jesús” y luego la gente aplaudió largamente de manera espontánea].