Cuaresma. Feb 1997 (Sagrada Familia)

 Cuaresma, Febrero de 1997 (quizá Martes 11). Parroquia Sagrada Familia (Carapachay)

MISA POR EL PADRE PABLO ROBERTO TISSERA, S. J.

Concelebrada por el Obispo de San Isidro Mons. Jorge Casaretto y el Padre Marcos Pirán.

HOMILIA
Monseñor Jorge Casaretto

Queridos amigos, estamos celebrando esta Eucaristía por la memoria del Padre Pablo Tissera. El otro día, hablando con el Padre Marcos, pensamos que era bueno que la parroquia viviera un tiempo -quizás el tiempo de Cuaresma, dado que es un tiempo penitencial, un tiempo de mayor sentimiento en el Señor- también acompañando la muerte del que fue párroco durante este año y tanto los ayudó a ustedes en este proceso que vive la parroquia. Y que justamente, el día de Pascua de Resurrección, día glorioso para la Iglesia y para toda la comunidad, ese día sería el día indicado para poner en posición al Padre Marcos como párroco. Aunque él ya viene desempeñándose como sacerdote, compañero del Padre Pablo y que tuvo que hacerse responsable de la parroquia por la enfermedad de él; ustedes ya lo conocen bien al Padre Marcos. Pero me pareció que fue un criterio muy religioso, muy cristiano, decir: "Bueno, no es que murió el párroco y ya mañana él va a asumir en la parroquia", sino que la parroquia también viviera el tiempo cuaresmal en esta reflexión, en esta preparación incluso, por la asunción del nuevo párroco, y en este "velarlo", si se quiere así, espiritualmente, la memoria del Padre Tissera.

Todos lo conocieron al Padre Tissera. Y sería como una redundancia que yo hiciera toda una alabanza, una semblanza de él, porque creo que la humildad del Padre Tissera a esto le rechazaría. Pero no puedo dejar de tener algunas consideraciones que me parece que les pueden hacer bien a ustedes y también a mí, y a todos nosotros como sacerdotes. En primer lugar, la muerte de un sacerdote que muere en la plenitud de su ministerio -fíjense que, normalmente, nosotros los sacerdotes, los obispos, a los 75 años se nos pide la renuncia a nuestros cargos. Esto es una... algo nuevo de la Iglesia, y cuando un sacerdote cumple 75 años sigue siendo sacerdote hasta la muerte, pero se le quita la responsabilidad que tiene, ¿no es cierto?, responsabilidad pastoral; él podrá seguir ejerciendo su ministerio y, como decía, lo más sacerdotal que es la celebración de la Eucaristía, el perdón de los pecados, el acompañar de la gente, confortarla, pero se le quita lo que es la responsabilidad de la conducción de una parroquia.

El Padre Pablo no llegó a esa edad, sino que muere antes. Muere ejerciendo el cargo de párroco aquí después de haber sido párroco durante mucho tiempo en Santo Tomás Moro, y después de haber recorrido una larga distancia de actividad pastoral. El fue un misionero en la provincia de San Luis, ustedes saben que se preparó como jesuita, y muere, justamente, retomando aquellos deseos suyos, de sus primeros tiempos, en su primera instancia vocacional él había querido ser jesuita; bueno, murió como jesuita. Porque, ustedes saben que momentos antes de su muerte, los sacerdotes de la Compañía de Jesús le aceptaron los votos y entonces murió en esa condición. Eso yo creo que fue una especie de "caricia" que Dios le hizo al Padre Pablo antes de su muerte. No porque él hubiera sentido el no poder ser jesuita como una frustración sino porque fue una gran aspiración que tuvo en su vida. Y la pudo completar en el momento de su muerte.

Pero su muerte lo encuentra, sobre todo, tratando de vivir su carisma apostólico, yo diría, en plenitud. Ustedes saben, el Padre Pablo -yo lo dije en Santo Tomás Moro y lo vuelvo a decir- es un hombre que puso en práctica esa palabra de Pablo: "me gastaré y me desgastaré por el Evangelio del Señor". La muerte de Pablo es una muerte de desgaste. Tan es así que cuando él tiene que tomar un largo descanso, hace unos años, y deja la parroquia Santo Tomás Moro -estuvo un largo año, casi dos años- sin poder llevar adelante su ministerio por el desgaste que había acumulado en su vida. Cuando vuelve, al suceder los hechos de Carapachay, el problema de quedarse ustedes sin párroco, sin sacerdote, una situación de mucha tristeza, Pablo viene y se ofrece, y me dice: "Yo quiero ir". Yo, ciertamente, dudé en ese nombramiento, porque tenía sobre mi conciencia todas las recomendaciones de los médicos, que me habían dicho que el Padre no podía tomar responsabilidades muy fuertes. Sin embargo, consulté a los sacerdotes mayores, sacerdotes que conocían bien a Pablo, consulté también a los médicos, y la conclusión a la que llegamos fue más o menos ésta: "Bueno, si este destino de Pablo es un destino que, en última instancia, acaba con su vida, a él le va a hacer mejor asumirlo que pensar que no puede ya servir para una situación difícil" como la que vivía la diócesis en ese momento.

Y ese razonamiento, ese discernimiento -que sin duda alguna para mí fue un discernimiento difícil- fue el que me instó -el consejo de los sacerdotes, sobre todo, fue el que me instó- a tomar esa determinación y a aceptarle ese ofrecimiento a Pablo. Como iba a estar acompañado por un sacerdote como Marcos, que ustedes saben, ya lo conocen bien, con mucha entrega, con mucha disponibilidad, yo pensé: aquí tenemos que unir la experiencia pastoral de Pablo, que para la comunidad es, ya de por sí, un ejemplo, con el trabajo voluntarioso, santo, entregado, de Marcos. Y así fue como se llevó este año esa carga; esa difícil situación de la parroquia, cómo pudo ser llevada adelante.

Cuando llega el fin de año yo me doy cuenta de que era verdad, que Pablo estaba sufriendo un desgaste muy, muy grande, y pareció lo más lógico, ¿no es cierto?, el permitirle ese descanso en Córdoba, esa recuperación tan necesaria junto a su hermana, que es médica, y que tenía siempre asumido como el cuidado médico, personal, el cuidado de salud de Pablo.

Bueno, las noticias que llegaban no eran demasiado alentadoras, yo lo pude visitar los últimos días del año pasado... No me acuerdo exactamente cuándo fui. Y lo encontré realmente mal. Lo encontré mal, encontré que estaba muy caído, y pensé que era posible que Pablo no se recuperara de esa situación.

La muerte de Pablo me encontró a mí justamente el día de regreso del viaje a Cuba donde fui a visitar a los sacerdotes que están allá, y todos ustedes saben cuál fue el desenlace final.

Yo, sinceramente, si tengo que pensarlo ante de Dios, esta muerte -lo tengo que decir- es una muerte gloriosa. Una muerte gloriosa porque es un sacerdote que muere todavía en la plenitud de su ejercicio de su ministerio. Una muerte gloriosa para todos nosotros porque es un ejemplo de fidelidad: ha sido sacerdote hasta el final y murió desgastado por el ejercicio de su ministerio sacerdotal.

Incluso les diría que esta reflexión es válida para esta parroquia: ustedes experimentaron la debilidad de un sacerdote que no pudo ser fiel a su compromiso. Y frente a esa debilidad, aparece este otro ejemplo que es un sacerdote que, por la gracia de Dios, pudo ser fiel hasta el final a sus compromisos. Y esto creo que nos edifica a todos. No es que tengamos una mirada despectiva del resto, del Padre Alejandro, ni nada que se le parezca; sino rezamos por él, pero experimentamos su debilidad. Acá hemos experimentado lo que ha sido la entrega, la fuerza de un sacerdote, la fuerza de Dios en él y la aceptación de esa fuerza en el corazón por ser fiel hasta el final. Después de una larga trayectoria, como les decía, entregada, desgastada, trayectoria sacerdotal.

Yo sé que para la parroquia es una prueba, esto. Es una parroquia que viene de pruebas en pruebas. Pero tendríamos que concluir que Dios los quiere mucho a ustedes, ¿no es cierto?, porque si a su Hijo, que es a quien más amaba, lo somete a la prueba de la cruz, a comunidades como ésta que están siendo probadas, también ¿no es cierto? tenemos que pensar que transito (?) por amor de Dios por todo esto (?).

Y por otra parte, vuelvo a insistir, ustedes han podido experimentar lo que es la voz (?) que en fidelidad hasta el fin de un sacerdote que se entregó por completo a su ministerio. Y esto, en la Comunión de los Santos, en la misión sobrenatural que todos nosotros tenemos -es decir, en la Fe, en la Esperanza y en la Caridad-, podemos estar seguros que esta muerte tiene que ser beneficiosa para esta comunidad. Y que, yo estoy seguro, que un párroco que ha tenido que sobrellevar la carga pastoral de una parroquia, cuando muere, llega a la vida eterna, sin lugar a dudas es un intercesor directo, directísimo de esta parroquia en la Comunión de los Santos. Y por eso, ciertamente ustedes pueden tener la seguridad de que tienen a Pablo en el Cielo intercediendo por esta comunidad y que toda esta siembra, esta siembra que resulta difícil, como siempre es difícil arar el terreno, ¿no es cierto?, y sembrar esta semilla, toda esta siembra sin lugar a dudas reportará un beneficio entre nosotros, no podemos siquiera imaginar lo que en el plan de Dios estará para que esta parroquia siga adelante, para que estas comunidades se sigan fortaleciendo y den mucho fruto en la vida de la Iglesia y de los sacerdotes.

Yo diría, con un sentido les pido que vivan esta Cuaresma: que la vivan con un renovado deseo de estar integrados a Dios. La Cuaresma ésta va a implicar, para todas las comunidades cristianas, una honda reflexión sobre Jesucristo, siguiendo lo que el Papa Juan Pablo nos pide. En la Pascua vamos a hacer una honda reflexión sobre el Bautismo, y en Pentecostés una honda reflexión sobre la Fe, que son los tres grandes temas que el Papa nos deja como motivo pastoral para trabajo dentro del año. Nos acaba de escribir una carta pastoral sobre Jesucristo, les pido, ¿no es cierto?, que siguiendo esta carta pastoral, y sobre todo siguiendo el Evangelio, retomando la Biblia, reflexionando en torno de la Palabra de Dios, lleve adelante esta Cuaresma con un conocimiento, un amor y un seguimiento más profundo de Nuestro Señor Jesucristo. Y esto será lo que alegrará mucho al párroco ya muerto, y esto será lo que también les hará a todos ustedes una renovada Pascua de Resurrección el día que llegue el momento pascual. Ese día yo estaré con todos ustedes para que la toma de posición en el cargo de párroco del Padre Marcos; también habrá un sacerdote que algunos de ustedes conocen, sobre todo los de San Antonio, el Padre Marcelo Petz (?) ... que va también a colaborar los fines de semana en la parroquia, en la marcha de esta parroquia. No puedo, no tenemos, no puedo destinar un vicario parroquial perpetuo que viva aquí; por lo menos, por este año no lo puedo hacer. Y entonces vamos a sobrellevar la marcha de la parroquia a través del intenso trabajo que seguirá el Padre Marcos, a quien le estoy tan agradecido, y también con la ayuda del Padre Marcelo. Y por supuesto, nuestro diácono, que ya ustedes lo conocen, y que seguirá ayudando y formando (?) aquí en la parroquia.

Bueno, los invito entonces a que recemos ahora por el alma de Pablo, nos unamos profundamente en la oración y que vivamos con esta intensidad todo el tiempo cuaresmal.

(...)
Se oye una melodía en banjo o arpa.
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En este momento de acción de Gracias, en primer lugar quiero agradecer al Padre Marcos por lo que fue el trabajo junto al Padre Pablo, que ha hecho en nombre de Jesús (...?) aquí. Está con nosotros el Padre (...?)* que también trabajó con él (...?). Agradezco a todos (...?) al Padre Pablo. Les agradezco a todos ustedes lo que ha significado el ser receptores de la acreditación del Padre y colaboradores en su ministerio, y también testigos, participantes de la vida parroquial (...?) el Padre Pablo, a llevar hacia adelante (...?). Y vamos a darle gracias al Señor por todo lo que ha sido el ministerio de Pablo; por todo lo que él predicó la Palabra; por toda la fuerza que tuvo para bautizar a tanta gente; preparar para la Confirmación a tantos; perdonar tantos pecados; haber administrado tantas veces la Eucaristía, haberla asegurado (?) durante tantos años de su vida todos los días; por todo lo que significó (?) su opción por los pobres, administrada de tantas maneras; por toda su preocupación por los enfermos y por la (...?) en general de un sacerdote como pastor de la comunidad y de tantas comunidades que recogió en su vida. Le agradecemos al Señor todo lo que significó para la Iglesia el ministerio del Padre Pablo. Con nuestro silencio, damos gracias a Dios.

* El audio es ininteligible debido a ruidos externos en la grabación. Rogamos disculpar.